🌿 Cuando la tierra unió lo opuesto
Sai Tak nació en la piedra y el silencio del Monasterio Lian Tao, enclavado en las tierras del Cuarto Círculo, donde el cuerpo y el alma se forjaban con férrea disciplina. Criado entre rituales ancestrales y las raíces profundas de la montaña, Sai Tak encarnaba la tradición, la obediencia y el peso sagrado de sus votos.
En contraste, Lak Miu creció bajo la brisa libre del Monasterio Shen Wu, también del Cuarto Círculo, donde la enseñanza fluía como los ríos: imprevisible, viva, conectada con la intuición. Si Sai Tak era piedra, Lak Miu era agua. Donde él obedecía, ella cuestionaba.
Ambos fueron convocados por los Ancianos para trasladarse al Monasterio Tian Long, un punto neutral donde las ramas del Círculo buscaban reconciliar sus diferencias. Allí, sin saberlo, sus destinos comenzaron a entrelazarse.
⚔️ Luz en la tormenta
Compartiendo celda, entrenaban juntos, dormían bajo el mismo techo, comían del mismo cuenco. Al principio chocaban como fuego y agua. Pero bajo esas fricciones surgió una chispa más profunda.
Durante una tormenta, Lak Miu resbaló en los jardines sagrados. Mientras todos mantenían la postura, Sai Tak rompió la disciplina para ayudarla, extendiendo una mano firme y cálida. Ese gesto sencillo, prohibido y puro, cambió todo.
Desde entonces compartieron una complicidad silenciosa: miradas que hablaban, gestos codificados, toques que desafiaban la ley sin ser vistos.
🌗 Amor bajo el velo del deber
Ascendiendo juntos en la jerarquía de Tian Long, de aprendices a discípulos, y de discípulos a maestros, crecían también los riesgos. Sabían que su vínculo rompía los votos sagrados, pero ya no podían negarlo.
Sus encuentros eran escasos, clandestinos, escondidos entre rituales y tareas. Inventaron símbolos en las posturas, frases veladas en las recitaciones, notas ocultas en manuscritos. Su amor era acto de resistencia, juramento mudo.
Y fue en ese amor donde nació un hijo.
🌌 El nacimiento de Liu Tak
En una cámara sellada por runas ancestrales, nació Liu Tak, fruto de un amor prohibido. Sai Tak y Lak Miu sabían que reconocerlo como propio significaría el fin.
Por eso tejieron una mentira: anunciaron que el niño había sido hallado en las montañas, envuelto en telas antiguas, como un elegido dejado por el destino. Lo presentaron como aprendiz, no como hijo.
Durante dos años lo criaron con un sagrado equilibrio entre severidad y cuidado oculto. Cada golpe enseñaba; cada caricia, sanaba. Nadie debía sospechar.
⛓️ El castigo de los Ancianos
En el segundo aniversario del niño, un susurro llegó a los oídos de los Ancianos. Fue traición, envidia o simple vigilancia.
Lo cierto es que la verdad emergió como un rayo.
El Consejo del Cuarto Círculo, impasible, los condenó sin juicio: Sai Tak, Lak Miu y Liu Tak fueron separados. La familia rota, el vínculo desgarrado. Cada uno enviado a un rincón distinto, bajo juramento de silencio eterno.
Liu Tak no entendió. Solo sintió que algo sagrado se había arrancado de su alma.
🕯️ Tay Ria: el hijo sin nombre
El niño fue llevado a un monasterio secundario, donde le dieron un nuevo nombre: Tay Ria, en honor a un sabio antiguo. Sus recuerdos infantiles fueron suprimidos; sus emociones canalizadas hacia la meditación, la guerra y el vacío.
Pero algo no desapareció. Una herida sin nombre, sin rostro, latía en su interior.
Con el tiempo, se convirtió en prodigio. Su dominio del bastón, las posturas y la voluntad superaba a sus maestros. Pero crecía en él una sombra: una furia inexplicable contra los Ancianos que gobernaban los templos.
Y entonces, comenzaron los sueños: fragmentos de una mujer de ojos sabios y un hombre de mirada firme. Una tormenta. Una mano extendida.
La verdad volvió, no como recuerdo, sino como llama incontrolable.
🔥 El intento de parricidio espiritual
Una noche, impulsado por una verdad rota, Tay Ria tomó una daga ceremonial. Sin temor, se adentró en el templo principal y enfrentó al Gran Anciano, gritando su justicia.
Pero el anciano, previendo su furia, lo venció con facilidad. No lo mató. En cambio, lo despojó de su nombre, rango y hogar. Fue exiliado. Maldito. Expulsado del Círculo.
🩸 El Juramento del Vacío
Humillado y solo, Tay Ria talló en la hoja de la daga la única verdad que le quedaba:
“Del orden roto, surge la verdad.”
Desde entonces, vagó por tierras olvidadas, entrenando con sabios que el mundo consideraba locos, con monjes rotos que sabían más que los templos, y con una monja anciana —también exiliada— que le dio algo más que conocimiento: le devolvió la voluntad.
🌑 El eco de los padres, la furia del hijo
Hoy Tay Ria es errante. Apóstata. Conjurador de posturas que ningún templo nombra.
Su bastón carga el peso de su linaje. Su magia no responde a juramentos ajenos, sino al suyo propio.